domingo, 27 de junio de 2010

Primer beso

Siete de la tarde del viernes, ella piensa en las posibilidades de esa noche. Aparece cierta espectativa en su estómago, alguna pequeña contracción gástrica que con un suspiro profundo y un pensamiento negativo, metálico y cerebral, desecha. No se depila determinando desde las siete y cinco del viernes la certeza de otra madrugada de sábado en la que volverá sola a su casa con los pies fríos, el estómago revuelto por la cerveza y lleno por algún pancho al paso.
Diez de la noche pasa a buscar a una amiga por el trabajo y van juntas al evento, no saben bien de que se trata, se llama "BESUQUIAME MUCHIO" y van porque se los pidió una amiga por lo que la suposición de las siete y cinco se hace cada vez más corpórea. Seguramente tomarán un par de cervezas en el lugar, fumarán un atado de cigarrillos entre las dos y cambiarán de bar como quién cambia el lugar de planchado.
Diez y veinte, llegan al lugar, se les une otra amiga. El ambiente estaba relajado pero había algo raro en algunas personas que daban más a personajes o a caricaturas.
La música estaba bien, y la conversación fluía  entre las tres mujeres de treinta años que con la primer cerveza y unas empanadas comenzaban a sacar las primeras risas, aún un poco contenidas.
En una de las mesas, directo a donde estaba sentada una de las tres chicas, una mujer, sentada, pasados los cuarenta años, comienza a hablar más alto del volumen estándar para conversar. No se le entendía bien y a juzgar por el estado de sus movimientos torpes no era el primer vaso con vino que tomaba. La que estaba directamente en dirección visual a la mujer le prestó atención, pues en algún punto se vio identificada cuando le pasaran algunos años más, sintió frío y su cara se puso seria. Lo que decía la mujer era triste; hablaba como si esperara a alguien que no llegó esa noche, pero tampoco la noche anterior, hablaba con una melodía cortada y triste, hablaba de las palabras que dijo el ausente, las que le dedicó. Las palabras se corporizaban frente a ella saliendo de su boca en notas, en fragmentos de tangos conocidos hasta que el ausente se hizo presente en la ultima canción en la que se llevó el corazón de la mujer y su sobriedad y su juventud, dejándola ebria en una silla, en una mesa de un bar con la única compañía del vaso y del vino. Se durmió sobre la mesa. La atención de la treintañera que la miraba volvió a sus compañeras.
Una pareja muy bien vestida pasó por al lado de las chicas dejando una estela de perfumes importados. Se sentaron en otra mesa.
Un hombre solo se paseaba con un vaso en la mano y como quien no quiere la cosa haciendo un relevamiento de las hembras aptas.
Una mujer pintada para  llamar la atención del macho dominante o disponible se paseaba exhibiendo sus méritos naturales realzados por artilugios dispuestos para la actividad de buscar pareja para el apareamiento, o mejorar su situación económica.
El hombre del vaso asienta su mirada sobre la mujer de la pareja bien vestida, el hombre de la pareja reacciona a esa mirada con un golpe en la mesa mirando a su mujer con odio, la toma del brazo y sube el tono, las tres chicas de treinta no pueden oír bien que dice porque la música está alta. pero las tres coinciden que el marido ejerce no solo una violencia psicológica sobre su mujer si no también física, por suerte no pasa a mayores. Las tres también coinciden en lo bien que están sin pareja, al menos sin una pareja así.
Transitando la tercer década de vida, cada una de ellas arma y desarma dentro suyo a un Frankenstein con las mejores partes de sus mejores amantes y deseos. Suspiran en una pausa pensando en sus queridos Franks y piden otra cerveza.
 Ya  las risas están sueltas, no tienen una mano masculina que les apriete el cuello pero tampoco una que les acaricie la espalda así que se ríen de esta presencia ausencia y relatan con nombre y algunos datos falsos las últimas novedades de los tipos desmembrados que han pasado en los últimos días por sus vidas y de los que solo pudieron rescatar alguna parte para añadir a sus Franks. Están cómodas, entre ellas la pasan bien, no esperan nada de esa noche así que no hay ansiedades, disfrutan.
Una se pone a mirar  a un chico, no les dice nada a sus compañeras porque no está segura si lo que ve es lo que produce su imaginación con la visión corrompida por la poca luz y los vapores del alcohol. El chico habla con alguien, ella por momentos ve a ese  alguien, parece ser una mujer mayor, pero no es claro, por momentos es una sombra borrosa, por momentos tiene mas presencia, el chico de unos 25 años habla. Habla cada vez más perturbado como si la conversación con ese alguien, con esa sombra, con esa vieja mujer, se tornara turbia y lo enajena. La chica siente la tensión pero no dice nada, apenas puede moverse, cree oír la voz de la mujer, pero ahora no ve más que al chico de 25. Piensa que es lindo, que podría rescatar algo de él para su engendro interno, pero la sombra la asusta, decide no mirarlo más, vuelve la atención a la conversación de sus amigas y les propone cambiar de bar. Aceptan, el lugar ya se volvió espeso.
Se ponen los abrigos, una va al baño, las otras esperan. La espera se hace larga, como grupo de mujeres unidas van a rescatar a su compañera, la ven, hablando con un chico, deciden no acercarse y aguardar a una distancia prudente. La perdida vuelva al grupo, el chico le interesó quizás más de lo que hubiese querido, pero no estaba depilada. Sale primero. Afuera comenta a sus amigas que a las siete de la tarde de ese día mató el primer beso con el chico que más se acercaba, al menos en primer impresión, al Frankenstein de su cabeza.

Y algo así transitamos el Primer BESUQUIAME MUCHIO.
Gracias a los artistas que participaron: Cecilia Alvarez, Mercedes Osta, Margarita Keudell, Osmar Cabrera, Martìn Cittadino.

Gracias tambien a los anónimos presentes y a las historias que quisieron contarse.

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